Memorias de Napoleón

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Napoleón escribió sus Memorias como quien libra su última batalla. En esa batalla, lo que estaba en juego era el recuerdo que había de quedar para la posteridad tanto de su persona, como de su legado. Y a Napoleón, el extraordinario estratega, y experimentado publicista también a través de sus Monitores, no se le ocultaba que en esta oportunidad su posición se hallaba en franca desventaja: él era plenamente consciente de que la historia la escriben los vencedores, y de que frente a él tenía nada menos que al Ministerio inglés y su ejército de gacetilleros a sueldo, una de las más eficientes maquinarias generadoras de leyendas negras que ha conocido la historia.
Hasta Santa Elena, la "insalubre roca situada en medio del océano Atlántico" donde se hallaba confinado, llegaban constantemente noticias de lo que se decía de él en periódicos y mentideros varios de Londres. Napoleón trataba de conservar la calma, siguiendo la máxima de Epicteto: "Si se dice mal de ti con fundamento, corrígete; si no, échate a reír", que él hace suya en su libro de pensamientos con este comentario: "He aprendido a no sorprenderme de nada; así continúo en mi posición sin alterarme jamás por los ladridos de los perros de presa"; pero lo cierto es que el temor de que el recuerdo de su paso por la vida quedase en manos de sus enemigos es algo que Napoleón no consigue conjurar, y que aparece repetidas veces en sus escritos.
Hasta Santa Elena, la "insalubre roca situada en medio del océano Atlántico" donde se hallaba confinado, llegaban constantemente noticias de lo que se decía de él en periódicos y mentideros varios de Londres. Napoleón trataba de conservar la calma, siguiendo la máxima de Epicteto: "Si se dice mal de ti con fundamento, corrígete; si no, échate a reír", que él hace suya en su libro de pensamientos con este comentario: "He aprendido a no sorprenderme de nada; así continúo en mi posición sin alterarme jamás por los ladridos de los perros de presa"; pero lo cierto es que el temor de que el recuerdo de su paso por la vida quedase en manos de sus enemigos es algo que Napoleón no consigue conjurar, y que aparece repetidas veces en sus escritos.