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¿Qué pueden tener en común la acción de hacerse un selfi, escribir un libro, o atribuirse un acto terrorista? Todas ellas son formas de autodiseñarnos. El filósofo y crítico de arte Boris Groys estudia en este breve ensayo la popular creencia de que vivimos inmersos en una época dominada por el narcisismo.
 
Partiendo del Narciso mitológico, Groys aclara que el verdadero símil entre el mito y la contemporaneidad no consiste, como se suele creer, en una obsesión con nuestra propia imagen. Si no, más bien, en cómo nos perciben los demás. Nuestro narcisismo es la imposición de estar constantemente en construcción acordes a la mirada ajena. Deseamos el deseo, y ese es nuestro motor. Desde la publicación del ensayo de Adolf Loos “Ornamento y delito” en 1908, se ha producido una unión entre ética y estética que movimientos de vanguardia como el constructivismo ruso han seguido buscando. A través de esta unión, también nosotros queremos diseñarnos como un todo, estética e ideológicamente. “«En un mundo en el que impera el diseño total, el hombre mismo se convierte en una cosa diseñada”».
 
A partir de la revolución francesa, los objetos sacros pasaron a ser musealizados. En este momento, su utilidad litúrgica se reemplaza y, como indica el autor, se sustituye a Dios por la contemplación del arte. Devenir obra de arte supone asumir que, como Narciso, nosotros somos el objeto de contemplación, pero como sucede con las imágenes de Dios, nunca sabremos si ese selfi realmente nos representa o no.