Nicholas Ray y la política de la vida emocional

Nicholas Ray y la política de la vida emocional
Editorial: Shangrila
EAN: 9788494936548
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“El director americano Nicholas Ray tuvo una vida muy poco convencional.” Así empieza Nicholas Ray y la política de la vida emocional de Robert B. Pippin. El hegelianismo de Pippin resulta, sin duda, tan controvertido en sus estudios estrictamente filosóficos como lo es en su aplicación a lo que podríamos llamar su filosofía cinemática. El autor distingue dos vertientes en la reflexión estética contemporánea. Según la primera, que habría tenido su origen en Hegel, el arte sería su propio tiempo comprendido en la experiencia estética. De acuerdo con la segunda, en la que se incluye el mismo Pippin, las películas, como obras de arte, serían dimensiones ontológicamente reveladoras de la presencia del ser o del mundo, de su ocultación o de su vínculo con el espectador. ¿Qué explicaría, entonces, lo que Pippin llama la “absorción cinemática”, la reacción o la experiencia inmediatas a un acontecimiento que ha sido fotografiado? Esa absorción tiene que ver con la imposibilidad de disociar en una obra de arte la atención a la forma de la atención al contenido. La imposibilidad de disociar la atención no afecta solo a la estética de la recepción; exige, sobre todo, la suposición de lo que Pippin ha llamado, para el mundo del cine, “la inteligencia detrás de la cámara”. Esa exigencia, y esa inteligencia, serían responsables de la altura a la que el cine puede llegar en el campo de lo mejor que el ser humano haya pensado. La inteligencia de Nicholas Ray lo llevó a poner en duda no solo las convenciones sociales, que dotarían de contenido a sus películas, sino también las propias convenciones cinematográficas —del western al melodrama— que debían representarlas. Ese cuestionamiento es afín a la intuición de Pippin de que el principio ilustrado de autonomía y la práctica de la libertad constituyen un ideal de civilización que apenas ha empezado a desarrollarse en la historia y que merece la pena defender. Las películas de Nicholas Ray caracterizan, como la propia filosofía cinemática de Pippin, un proyecto de modernidad inacabada.