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¿Cómo hablar de la vida en clandestinidad de los perseguidos políticos durante la dictadura chilena de Pinochet sin mencionar la dictadura misma? Alejandra Moffat nos responde: mediante un juego de niños.

A través de los ojos de la joven Ana, la dura realidad se transforma en un juego misterioso en el que los personajes principales deben ser descifrados: el dictador Pinochet es un águila omnipresente, los militares son peligrosos cocodrilos y la pulsera que lleva con su falso nombre es un disfraz con el poder de hacerla invisible. Pero no esperemos cuentos fantasiosos al estilo de La vida es bella de Benigni. Aquí está el gran éxito de la novela: narrar desde la infancia misma. Narrar desde la rutina de una niña cuyos días están plenos de juegos, misterios y descubrimientos, conviviendo de forma natural con una terrible realidad que se esfuerza por mantenerse escondida.

La autora dibuja personajes y lugares con pocos trazos, en una acción que avanza sin perder detalle. No es necesario hacer explícita la represión y tortura de la dictadura. Están ya presentes y conviven con la mirada lúdica, tierna y vibrante de una joven que descubre el mundo y nos hace partícipes de su propia historia.