Veintitantos, sin trabajo y con un miedo terrible a la muerte, así como a la vida. Gilda vive al día, la han despedido de su último trabajo y sus relaciones pasan como pasan los días, sin pena ni gloria. Con unos padres incapaces de comunicarse, un hermano en un estado de absoluta desconexión, amigas de las que no sabe nada y una relación que no sabe muy bien cómo logra mantener, Gilda sobrelleva la vida como puede. El miedo no la deja en paz, los bloqueos se suceden y lo poco bueno que hay en su vida ahora mismo es justamente lo último que pensaba que la haría superar su día a día: su nuevo trabajo como secretaria en una iglesia. Esta novela, con un humor del estilo de
Fleabag, nos recuerda que, pase lo que pase, siempre habrá alguien o algo que nos ayude a seguir adelante, aunque sea el miedo a la muerte, un cura que nos tienda la mano o un asesinato por resolver.