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Alrededor del año 2000, el hallazgo de varios documentos inéditos hizo que la crítica planteara la posibilidad de que la Fontaine (1917), obra firmada por R. Mutt, y generalmente atribuida a Duchamp, fuese en realidad la creación de una artista desconocida. Al parecer, Duchamp había enviado una carta a su hermana donde declaraba que una de sus amigas, bajo el seudónimo R. Mutt, envió a una exposición un urinario de porcelana como si fuera una escultura.

Aquella amiga no era otra que la artista, poeta, modelo y performer Elsa von Freytag-Loringhoven. La baronesa produjo múltiples objetos ready-made que en su mayoría nunca firmó, así como todo un corpus de poesía que fue censurada por su contenido sexual. De personalidad excéntrica, Von Freytag-Loringhoven, alemana exiliada en Nueva York durante la Primera Guerra Mundial, adoptó el arte como una expresión vital hasta tal punto que Duchamp afirmó que «no era futurista, sino que era el futuro».

Pese a su apodo como «la baronesa dadá», fue excluida de los inicios de la historiografía dadaísta. No es hasta la década de los ochenta cuando se empieza a escribir sobre ella gracias a Francis Naumann o Irene Gammel, comisaria de la primera exposición de la artista ya en el año 2000. En este libro, Joana Masó y Éric Fassin realizan una exhaustiva investigación que los ha llevado a museos y archivos con el propósito de reescribir la vida de Elsa von Freytag-Loringhoven, así como la de una parte importante de las vanguardias.