Dice María Zambrano, en el breve escrito que presenta esta recopilación de conferencias, que estos textos son una continuación de los diálogos que la pensadora mantuvo con sus amistades en largos paseos bajo el atardecer de la isla. Es fácil imaginar que la abrumadora y terrible situación política que en la Europa de los años 40 acabó con el exilio de Zambrano a América Latina y a otros destinos propiciara, a su vez, unas reflexiones tan acertadas sobre la idea de isla (una tierra apartada de su horroroso presente, que la acogería y donde forjó grandes amistades) como promesa de un mundo mejor. La isla como un espacio en blanco, nostálgico, que nos inspira algo incorrupto, un ser humano aliado con la naturaleza, con toda la «fuerza de la realidad junto con la pureza de lo soñado». Zambrano utiliza la isla como metáfora de un devenir utópico, que es, en definitiva, un deseo de democracia donde el ser humano pueda desarrollar todo su potencial en libertad frente a un mundo en retroceso. Unos textos bellísimos e inspiradores que influenciaron la futura constitución puertorriqueña y que permanecen cargados de sentido en los tiempos convulsos que vivimos en la actualidad.