"Creo, pues, cada vez con más esperanza, que pronto acabaremos por reconocer que no podemos renunciar a la música –y la incomprensible reducción de la que he hablado es renuncia-, que nos podremos abandonar consolados a la fuerza y al mensaje de un Monteverdi, un Bach o un Mozart. Cuanto más ahondemos y más intensamente nos esforcemos en comprender esa música, más podremos ver lo que es esa música, muy por encima de la belleza, cómo nos cautiva e inquieta con la variedad de su lenguaje. Al final, a través de la música así entendida de Monteverdi, Bach o Mozart, tendremos que reencontrar la música de nuestro tiempo, pues habla nuestra lengua, es nuestra cultura y la continúa. ¿No tendrá mucho que ver con lo que hace nuestro tiempo tan inarmónico y terrible el hecho de que el arte ya no esté involucrado en nuestras vida? ¿No nos reducimos, vergonzosamente sin imaginación, al lenguaje de lo “decible”?
¿Qué habría pensado Einstein, qué habría desubierto, si no hubiese tocado el violín? ¿No son las hipótesis atrevidas, las más fantasiosas, las que sólo alcanza el espíritu imaginativo- para que luego puedan ser demostradas por el pensador lógico?"
La música como discurso sonoro
Nikolaus Harnoncourt