Les nostres recomanacions i propostes

Ressenya
Rubén Martín Giráldez
Magistral
Per Joan Flores Constans
8.7.2016
Hubo un tiempo, anterior a esta época de sobreabundancia y saturación, en el que el mantra que recitaba cualquier autor novel en la entrevista en la que el avispado crítico de turno, disfrazado de redactor cultural de diario de gran audiencia (¿o era al revés?), descubría al James Joyce de cada sábado, coincidiendo con el suplemento cultural, era: "escribo lo que me gustaría leer". Dado el alarmante déficit lector en este país nuestro, vana gloria de nuestros antepasados y desesperanza de futuro, tal vez sea cierto que la razón del ínfimo nivel literario de nuestros escritores se deba a que, efectivamente, escriben lo que les gustaría leer. "No hay nada más triste que un libro que no sabe que lo es”, sentencia el narrador. Ni nada más patético que un escritor que no sabe que no lo es.
Un cubículo de superficie reducida –bastará con que el lector quepa de pie, hay libros que no deben leerse sentado– y altura escasa. Aislado sonora y térmicamente. En penumbra que apenas deje ver las letras. Y un vaso de agua. De plástico. Y el libro, claro. No hace falta nada más. Se acabó lo de leer por placer, brother.