Berlín y el barco de ocho velas
Berlín y el barco de ocho velas
"Tengo una maleta en el asfalto y hay una mujer esperándome, sentada en el marco de una ventana. I´ve been up all night, leaning on my window sill, dice Bob Dylan; arde en la imagen la soledad juvenil y desafiante de quien explora el mundo y está listo para saltar a un tren en marcha. Suena esa canción en el Concierto por Bangladesh, cuando el rock decidió que no era mala idea ayudar a los pobres. Up all night, despreciando el cansancio y la convención del sueño. La mujer me explica cómo utilizar las llaves, cómo encender el gas, cómo conseguir que se encienda la pantalla del televisor. Hace una demostración práctica con el mando a distancia, aprieta un botón, lo suelta en el momento justo, aprieta otro. Ella opina que es fácil, temo no estar de acuerdo. Me pide que no olvide escribir algo en su libro de huéspedes. En la sala hay una alfombra roja, un cuadro del Reichstag envuelto en tela por Christo, otro de una flor también roja, sus pétalos jugosos y algo sexuados en un primer plano que aspira a ser desconcertante. En la pared de enfrente me observa Audrey Hepburn en blanco y negro Givenchy, y tiene toda la ingenuidad de los sesenta en la cara. Su expresión recuerda la luz que cubre la Quinta Avenida en el primer momento de Desayuno con diamantes, cuando Nueva York parece tan inmaculado y desprevenido. Holly Golightly sonríe en un rincón de Kreuzberg, despreocupada aún del trabajo de aprender brasileño."
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