No, un momento. Ajá. Sin duda me odio todavía a mí mismo

No, un momento. Ajá. Sin duda me odio todavía a mí mismo
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De los numerosos libros que ha producido Robert Fitterman este es quizá el más radical y subversivo y, al mismo tiempo, el menos hermético. Sería redundante destacar el aspecto experimental de su trabajo: cada libro suyo es un experimento. En este poema extenso la tensión entre el concepto que lo genera y el sujeto que sirve para animarlo ha sido llevada al extremo. El tema es decididamente no posmoderno e incluso humanista: la soledad del individuo en medio de la muchedumbre urbana de este principio de siglo. El método: utilizar fragmentos de blogs, tweets, sms y arreglarlos en la página según una métrica determinada; en este caso, la calcada del poema de James Schuyler, The Morning of the Poem. El sujeto es un "yo" virtual que podría hacer pensar en la antítesis de Walt Whitman. El resultado es un viaje alucinatorio por una montaña rusa en forma de espiral durante el que -entre risas a veces un poco nerviosas- nos vamos acercando al último círculo de uno de los grandiosos y espectaculares infiernos que han creado las pululantes generaciones de los hombres. (Rodrigo Rey Rosa)