La metamorfosis del ser

Metamorfosis del ser. Representaciones de la cabeza en África Central y Occidental muestra una selección de alrededor de 300 objetos pertenecientes a la colección Sánchez Ubiria. Esta selección, realizada por el antropólogo belga François Neyt, se ha centrado en el valor simbólico, social, político y religioso que se ha dado y todavía se da a la representación de la cabeza en diferentes culturas del África subsahariana. Muchos de estos objetos, entre los que destacan las máscaras, multiplican los signos sagrados y sociales a través de ritos, cantos, danzas y fiestas. Las cabezas esculpidas se transforman en un lugar de relaciones e intercambios, en un pasaje entre lo visible y lo invisible. Estos cetros, fetiches, peines, tocados, máscaras y estatuas, revelan las múltiples historias de estas culturas, algunas ya desaparecidas. Estos objetos de África empujan a salir de la obsesión narcisista de Occidente de apropiarse de lo desconocido y de la “autorrepresentación”. Las primeras figuras de terracota que se produjeron al sur del Sahara, a partir del s. VI a. C. en el seno de lo que hoy se denomina cultura de Nok son el punto de partida temporal de esta exposición. A partir de aquí, los objetos de Sokoto (s. VI a. C.- IV d.C.), Katsina (s V a. C.- VII d. C.) en Nigeria; las esculturas de Djenne, Segou, y Bankoni (s. XII – XVII d. C.) en Mali, o las campanas funerarias de la cultura de Bura en Níger del s. XV, ilustran el período pre colonial, que termina con los diversos estilos ashanti de los siglos XVIII y XIX. En este apartado destacan dos excepcionales cabezas del reino de Ife (Nigeria, s. XI al XVI). De la época de la colonización, sobresalen los grupos de objetos de las comunidades bambara, dogón, baulé, lobi, yoruba, igbo, bamun, ekoi, pende, bakongo, lwa-lwa, entre otras. De este modo, la exposición permite contemplar una secuencia histórica de casi 3000 años. A través de la documentación incluida -también de la colección Sánchez Ubiria y seleccionada por Sergio Rubira- y del montaje de la exposición, se hace un recorrido por el modo en el que se han coleccionado y mostrado estos objetos durante los dos primeros tercios del siglo XX en una parte de Occidente. La documentación evidencia cómo estos objetos, extraídos de su lugar de origen, de su contexto, de su comunidad, al ser incluidos en museos y exposiciones en Europa y Estados Unidos han hablado mucho más de aquellos que los coleccionaban y exponían que de los que los habían producido, traduciendo mentalidades. Así en la muestra se alude desde a los museos etnográficos, que fascinaron a las vanguardias históricas, y en los que estos objetos funcionaban como especímenes, uno era igual a todos, y metonimias de una cultura determinada, ahora además atrapada en una vitrina, hasta a las primeras exposiciones hechas en África: una, todavía dependiente de la mirada occidental, comisariada por Fran McEwen en el Museo de Arte de Rhodesia del Sur, actual Zimbaue, en 1962 y otra, vinculada directamente al movimiento panafricanista, realizada en el Musée Dynamique de Dakar durante el primer Festival de Artes Negras en 1966 por iniciativa de Léopold Sédar Senghor.