Nada desaparece para siempre

Nada desaparece para siempre
En este día sólo necesitas la inútil perfección de lo sencillo: un macetero de barro barato para la hierbabuena y la caléndula. La infusión reposada ante un paisaje. El olor de un puchero mientras hierve. La limpieza y el orden como Ítaca que anhelas alcanzar, pero no hoy. Esa canción o libro aún pendientes. En este día olvídate de urgencias: la heroicidad de las pequeñas cosas, la heroicidad de hacer ningún recado son la razón de estar despierto hoy. Madrugar con el único propósito de esa taza, ese olor, esos quehaceres, y ver pasar el día y no hacer nada. «Pausa», de Jorge Villalobos