Gradas

Gradas
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«Hay hombres que son árboles, otros que son montañas o ríos. Ramon Xirau,
lo he dicho más de una vez, es un hombre puente. Su persona y su obra unen
vertientes diversas, comunican tierras separadas. Catalán de México, en él
confluyen el Altiplano y el Mediterráneo, dos civilizaciones y dos lenguas:
filósofo y poeta, su obra, en los momentos más plenos y mejores, es la
conjunción de la inteligencia y la sensibilidad. La historia de Occidente es la
historia de la discordia entre la poesía y la filosofía, entre la razón y la
imaginación; desde su origen, sin embargo, en momentos raros y aislados, el
pensar vuelve a ser lo que fue en el origen: idea y visión, canto y reflexión.
Gradas es, en nuestro tiempo y en nuestras letras, uno de esos momentos.
Lector de Ramon Xirau desde hace muchos años, siempre me había
sorprendido tanto por su prosa concisa y rápida –vistas vertiginosas de
paisajes intelectuales– como por sus breves poemas, exclamaciones,
estallidos, puñados de sílabas luminosas. Pero el pensamiento y el canto,
aunque en continua comunicación, vivían en mundos separados. En Gradas,
la comunicación se vuelve unión: las ideas son formas que podemos ver,
tocar, oír; las imágenes, a su lado, poseen una vibración que no es física sino
espiritual. Volvemos a pensar con los ojos, con el cuerpo. Gradas es un gran
poema hecho de claridades entretejidas en las cuales el adentro y el afuera se
interpenetran hasta hacerse una sustancia diáfana, que nos lo deja ver todo,
llevado por ella misma. Todo es visible, fuera de la presencia, oculta en su
propia transparencia. Ante ella, dice Xirau, el lenguaje cambia de naturaleza:
Orar (no, no hablar, orar). La oración es canto. Gradas: poema del
entusiasmo y de la contemplación, procesión de palabras que dicen
gregoriosament la gloria del ser.»