La propia muerte

La propia muerte
No entiendes lo que ocurre, nunca has experimentado nada parecido y aun así sabes que se llama sudor mortal. Un frío gélido sobre tu ardor. Mientras, ves que nada ha cambiado en torno a ti y aun así te das cuenta de que la diferencia entre tus percepciones y las de los demás es más grande de lo previsible y habitual. Tengo una sensación que me afecta a mí y no a los demás.
A primera hora de la mañana ya me encontraba lejos de ellos y ahora estoy más lejos todavía. A ellos no les afecta este ardor cuya superficie es una coraza fría como el hielo.
Jamás habría pensado que me sentiría tan próximo a gente del todo extraña, pero ahora comprendo, con los ojos abiertos de par en par por el miedo a la muerte, que nos vamos orientando los unos por los otros, que en todo momento comparamos nuestra situación con la de los demás y la de estos con la nuestra.
Qué tendrá, pregunta alguien como si hablara con un sordo. Qué le parece, está usted ciego, un infarto, no lo ve, responde el sordo.